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La mujer del mar

Bajo cero grados y rodeada de peces, algas y hielo, Sylvia Earle decidió celebrar su cumpleaños el pasado 30 de agosto. Para “Her Deepness”, como la apodó la revista New Yorker, bucear en el Ártico es un sueño que tenía desde los 17 años, cuando se sumergió por primera vez –con casco, pesas y aire comprimido– en las aguas de Florida. “Estás frío, estás muerto”, asevera Earle de su más reciente expedición, entre risas. Pero valió la pena.

La exploradora en residencia de National Geographic, científica jefe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y creadora de Deep Ocean Exploration and Research Inc. es autora de más de 190 publicaciones científicas. Además es fundadora de Mission Blue, una iniciativa que protege los hope spots –o lugares de esperanza– del océano, aquéllos en los que es posible recuperar las especies y corales muertos, y cuyo testimonio fue documentado en una película que lleva el mismo nombre.

Pocas personas deben conocer mejor el mar que Sylvia: tiene en su cuerpo más de 100 exploraciones y siete mil horas de buceo. Ha descendido hasta 80 metros con tanque –lo normal es bajar 30– y en submarino ha llegado al fondo marino, a cuatro mil metros de la superficie.
A sus 80 años –con tres hijos, cuatro nietos y tres matrimonios a cuesta– su obsesión por un “océano vivo” sigue intacta. E intensa. Y es lo que la empuja pasar 300 días al año fuera de su casa de California, entre su oficina en Washington y múltiples exploraciones.

Es también ese ímpetu lo que la trajo a Chile –a pesar de estar cansada– a felicitar a los rapa nui por la creación de su nuevo parque marino, proceso del cual fue testigo en primera persona tras participar en la narración del documental Voces del mar que da cuenta del trabajo de la comunidad local por proteger la isla.

De baja estatura, delgada y algo encorvada, a primera vista Sylvia Earle pareciera ser una mujer frágil. Pero cuando empieza a hablar del mar, se transforma.

“Nuestras vidas dependen del océano. Cada respiro, cada gota de agua que bebemos viene del océano. El agua que se evapora en el cielo forma nubes y cae de vuelta reponiendo agua fresca. El 97% del agua es océano. Por eso cuando llueva, agradece al mar; cuando respires, agradece al mar; tu existencia, agradécela al mar. Lo que extraigamos del mar para alimentarnos debemos hacerlo entendiendo los límites. No podemos sacar, sacar y sacar y todavía tener más peces para sacar”, advierte.

 

Amor rapa nui

De niña, Sylvia comía pescado. “Vivíamos a 40 millas del océano y ocasionalmente comíamos productos marinos que eran capturados y vendidos localmente. Nadie comía atún o camarones. Nadie comía sushi, eso es un gusto adquirido. Hoy es como comer pan, ¡y son animales salvajes!”, dice.
“Ahora que sé lo que sé, ahora que valoro más los peces vivos nadando en el océano, que nadando junto a rodajas de limón y mantequilla en mi plato, creo que puedo hacer mi parte y dejarles el pescado a las personas que no tienen más opciones. Para los que viven en una isla es su fuente primaria de subsistencia. Yo, en cambio, tengo opciones y quiero hacer mi parte para proteger el océano”, explica.

COP21 de París: “La reunión está preparada para que utilicemos todo lo que tenemos para dirigir la atención hacia el gran elefante azul de la sala que es el océano”.

En el Congreso en Valparaíso, en medio de la conferencia Nuestros Océanos, Earle se abraza con los rapa nui. Le regalan moais de madera, de piedra, plumas blancas y se sacan fotos. Los conoció hace algunos meses, cuando volvió a bucear a la isla después de 20 años. “Hay un pez mariposa que sólo se encuentra ahí, que te rodea en grupo de 40 o 50 y te siguen. Es una isla distinta. Como sucede en Galápagos o Juan Fernández, tienen criaturas especiales. Como científica encontré esto intrigante, fascinante, una causa para que hagamos todo lo que podamos para protegerla”, dice.

-¿Cuál es su diagnóstico de Isla de Pascua 20 años después de su primera visita?

-En la tierra ves cambios: más autos, más personas, pero también hay nuevas formas de ver el océano y el turismo. No tiene sólo un uso extractivo. Ahora ellos entienden que su futuro depende del mar. Se dieron cuenta de que pueden recuperar algo de lo que han perdido protegiendo esta área vasta y dejar un área pequeña para consumo. Eso tiene el potencial de recuperar algo de lo que se ha perdido y ser sustentable.

-¿Rapa Nui es hoy lo que en su documental Mission Blue llama “lugares de esperanza”?

-Cuando empezamos en 2009 por establecer el concepto de lugares de esperanza, lugares que le importaban a las personas, que querían recuperar, determinamos 18. Dos años atrás, en Marsella, se expandieron a 51 las áreas marinas protegidas, no porque yo o los científicos lo dijéramos, sino porque la gente nominó estos lugares. Ahora hay más de 100. Y es la voz de la gente que pide a sus gobiernos. Rapa Nui es un lugar de esperanza, donde la gente dijo “nos preocupamos”.

-Aquí se anunció la creación de un parque marino que reserva las primeras 50 millas para pesca artesanal y protege las 200 que siguen. En simple suena bonito, pero implica muchos recursos y no es fácil de fiscalizar…

-Pero no es una razón para no hacerlo. No puedes proteger lo que no existe. A la Tierra le tomó 4,5 millones de años tener las condiciones para que prosperara la vida como la conocemos. Incluso medio millón de años atrás no habríamos sobrevivido acá. No había suficiente oxígeno en el ambiente para permitir a las criaturas como nosotros existir, sí a las bacterias. Cuando el oxígeno llegó al punto crítico para que grandes cantidades y formas de vida pudiesen subsistir, es cuando las cosas empezaron a cambiar a nuestro favor. Y nos ha tomado sólo unas décadas destruir lo que demoró cientos de millones de años para que el planeta funcionara. La buena noticia es que podemos verlo, se puede medir, hay evidencia del declive. Hay peces que se extraen 90% o más, como el atún o el pez espada. Creíamos que el mar era demasiado grande para fallar. Pero vimos el colapso del big bang, y ahora vemos al océano fallando, porque hemos extraído, extraído y extraído.

-¿Cómo se combina la conservación con el desarrollo y la necesidad cada vez más creciente por alimentación y energía?

-No podemos seguir teniendo combustibles fósiles y, a la vez, tener un planeta. Mira la evidencia. Hay alternativas en las energías renovables. No es un misterio y no significa estar sacrificando la calidad de vida. Lo que estamos sacrificando si fallamos en esto es la vida misma. Un planeta que no será habitable para los seres humanos. Quizás bacterias o algunas especies podrían sobrevivir. Existen animales cuyos ancestros estuvieron en el océano cientos de años atrás, como las medusas o los tiburones, que existieron tres millones de años atrás y todavía están. Pero puedo garantizar que los seres humanos no podrán resistir el trance que vemos por un planeta que se está calentando.

-¿Ve compromiso por parte de los gobiernos y de las empresas a hacer las cosas de una forma más sustentable?

-La voz de la gente hará toda la diferencia. ¿Quién es el dueño del océano? Ni las mineras, ni las pesqueras, ni las empresas de combustible. Pero lo están utilizando. Está en la gente decir “es suficiente, devuélvanos el océano”. Tenemos que amplificar la voz de la gente que ha estado callada. Es obvio que podemos ejercer nuestra fuerza y ganar. Podemos impedir el acceso a grandes industrias que no están sirviendo el interés de la gente, del país o del mundo en alta mar.

 

Acción global

George Bush padre nombró a Earle científica jefe de NOAA (National Oceanic Atmospheric Administration), pero luego de algunos años en ese cargo, Sylvia decidió renunciar para tener más flexibilidad y libertad para hablar como ciudadana privada. “Dije que sí no porque quisiera trabajar en el gobierno, sino porque quería trabajar por la gente, por el océano, protegerlo. Pero como científica jefe del NOAA no se me permitía hablar de las cosas que más sé”, confiesa. Desde entonces, la científica enfoca todos sus esfuerzos en su cruzada por salvar los océanos y generar conciencia.

“Creíamos que el mar era demasiado grande para fallar. Pero vimos el colapso del big bang, y ahora vemos al océano fallando, porque hemos extraído, extraído y extraído”.

-En diciembre se realizará el COP21 en París, con el objetivo de lograr un acuerdo vinculante y universal sobre el clima. ¿Qué expectativas tiene para el océano?

-Tengo esperanzas de que, quizás por primera vez, vamos a reconocer el rol crítico del océano en la mantención un planeta que funciona en nuestro favor. El mar maneja al clima, el ciclo del agua, es el hogar de la mayor parte del agua, regula y distribuye la temperatura. La mayor parte de la vida del planeta vive en el océano. Espero que en París los carbonos azules entren en el balance también.

-¿Está haciendo algo para que así sea?

-Sé que hay un gran movimiento para que eso ocurra. La reunión está preparada para que utilicemos todo lo que tenemos para dirigir la atención hacia el gran elefante azul de la sala que es el océano. En el último medio siglo hemos intervenido más el planeta que en todo lo que lo precede porque tenemos el poder de romper, de poner CO2 en la atmósfera, intervenir árboles, peces y otros seres vivos. La mitad de la reserva de corales se terminó en 50 años, ¿se acabarán todos en los próximos 50? Quizás no tomará 50 años eliminar a todos ellos, porque estos procesos se aceleran con el tiempo, como el calentamiento global. Cuando llegas a un cierto punto, ellos simplemente colapsan. ¿Estamos en el punto de no retorno? Hay esperanza, podemos, pero hay que comenzar por reducir las muertes, empezar con la conservación.

-¿Le produce algo trabajar que su país aún no se haya comprometido públicamente a reducir sus emisiones de CO2?

-Es desalentador, pero no por eso me voy a rendir. Vine aquí a Chile a felicitar a la gente de Rapa Nui. Lo que pasa aquí en esta conferencia es una causa de esperanza. Como ciudadana norteamericana, estoy avergonzada. Estados Unidos ha hecho una contribución muy pequeña en comparación a lo que han hecho otros países. Algunos de nosotros tenemos que hacer un mejor trabajo en nuestros países para que más gente de Estados Unidos inste a los líderes a tomar acción, porque no volveremos a tener una oportunidad tan buena como ésta.

“Es como la antigua historia de la gallina de los huevos de oro. Matando la gallina, estamos matando al océano. No más huevos de oro, no más nosotros, porque no es sólo proteger el lujo de peces salvajes, es nuestra existencia la que está en riesgo”.

La gallina de los huevos de oro

Sylvia Earle no asocia el deterioro de las condiciones del océano a un momento específico. Ha sido un proceso gradual, dice, y cada vez más acentuado de especies que han ido desapareciendo. “Incluso de niña, en Florida, pude ver las consecuencias de lo que pasaba en la costa. Era el paraíso en la tierra y lo vi destruido. Vi cómo lugares paradisíacos fueron consumidos por el desarrollo inmobiliario”, cuenta.

“Ha sido un proceso donde ves las pérdidas, pero también las ganancias. Y ahora ha empezado a cambiar. Es como la antigua historia de la gallina de los huevos de oro. Podemos matar a la gallina y quedarnos con sus huevos o podemos protegerla y extraerle los huevos en una escala limitada, mientras la gallina esté sana. Matando la gallina, estamos matando al océano. No más huevos de oro, no más nosotros, porque no es sólo proteger el lujo de peces salvajes, es nuestra existencia la que está en riesgo”.

-Ninguno de sus hijos es científico, ¿ellos trabajan también por el mar?

-Creo que cada uno lo hace a su manera. No hay que ser científico para saber por qué importa el océano. Es cuestión de observar. Hay un científico en cada niño, alguien que observa con detención y reporta lo que ve, o en cada abogado, profesora, mamá, papá, CEO, en cada compañía. Lo que deben hacer es observar cuidadosamente y reportar honestamente.

fuente capital

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